Filosofía Nahuatl

14 de Septiembre 2020-09-14

Por Karloz Miranda Yaoehecatl



La filosofía nahuatl, estudiada en sus fuentes, es una de las obras literarias más destacadas del Dr. Miguel León-Portilla.

Esta obra se ha traducido a diversos idiomas, incluido el ruso, el checo y el alemán, y lleva diez ediciones en su haber. En su momento la obra causó discusión ya que se proponía, precisamente, la existencia de un tipo de pensamiento filosófico entre los antiguos mexicanos. A 60 años de su publicación, ya no satirizamos ni “sonreímos” con incredulidad cuando leemos el título de la obra –como en aquellos tiempos ocurría –, las nuevas generaciones, lejos de aquellos prejuicios de erudición, ven y reconocen en la obra del Dr. León-Portilla, una fuente muy valiosa que permite el acceso a la manera como reflexionaban, comprendían y se explicaban su mundo los antiguos mexicanos, es decir, permite el acceso a su pensamiento filosófico.

Entre los varios aportes de este estudio de la filosofía nahuatl, esta la comprensión de la figura de los tlamatinimeh, “que en náhuatl quiere decir los conocedores de cosas”. Estos tlamatinimeh, a quien el franciscano fray Bernardino de Sahagún llamó, precisamente, philosophos, son considerados “al menos al nivel de los presocráticos (no menos que el de un Heráclito o un Parménides)” así lo ha indicado el maestro León-Portilla.

En esta obra excepcional, el Dr. Miguel León-Portilla realizó varias traducciones de documentos originales escritos en nahuatl del siglo XVI, una labor impresionante y sin comparación en su tiempo (y en el actual). En estos textos antiguos, en palabras del maestro León-Portilla:

“…se describe  la figura del sabio o “philosopho” náhuatl, que tiene por misión enseñar a los hombres para hacer que aparezca y se desarrolle en ellos un rostro, así como poner delante de sus semejantes un espejo, para que conociéndose se hagan cuerdos y cuidadosos, muestra el gran interés de los tlamatinime por acabar con el anonimato humano tan plásticamente descrito por ellos como “carencia de rostro” en el hombre.”

A esta idea de tener rostro se añade el de corazón en la concepción de los sabios, ya que el hombre “debe ser humanizado por el tlamatini que da así un carácter genuinamente humanista a su misión de formar hombres…”

Destaca en estas observaciones, reflexiones y análisis de los tlamatinimeh la comprensión del concepto de Ometeotl, esa Fuerza o Energía creadora que es en esencia dual. El concepto de dualidad, o de ese Principio Supremo Dual –como le llama el maestro León-Portilla –, permitió una mayor comprensión y explicación de la cosmovisión y cosmogonía del México antiguo.

Los textos nahuas antiguos traducidos por el Dr. Miguel León-Portilla hacen mención de “un verdadero dios”, in nelli teotl, al respecto, escribe el célebre catedrático: “se está afirmando primero implícitamente y después en otros textos explícitamente, que el nelli téotl, o por otro nombre, Ometéotl, es el principio cósmico en el que se genera y concibe cuanto existe en el universo.”

Este Principio Supremo Dual, se le menciona algunas veces en los textos “con su nombre más abstracto de Ometéotl”, otras con los nombres de Ometecuhtli y Omecihuatl (Señor y Señora de la dualidad). También se le ha llamado Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl (Señor y Señora de nuestra carne), y también aluden a él como in Tonan, in Totah, y Huehueteotl (nuestra madre, nuestro padre, y “el dios viejo”). Con todos estos nombres “y otros omitidos aquí” –aclara el maestro León-Portilla –, “se está designando siempre al mismo principio dual”.

Pero si de filosofar se trata, no podía faltar en esta grandiosa obra, la figura del más grande gobernante y señor de Tetzcoco: Nezahualcoyotl, “a quien se le atribuye haber descubierto la idea de un dios único, creador de todas las cosas.” Fue precisamente Nezahualcoyotl quien más utilizó las expresiones Tloque in Nahuaque e Ipalnemohuani para referirse al Principio Supremo Dual: Ometeotl, según lo refiere el maestro León-Portilla.

El tlatoani tetzcocano, proveniente del linaje tolteca, dejó en sus reflexiones constancia de ese pensamiento filosófico propio de los antiguos mexicanos, y que son a la vez, un reflejo de aquellos temas que les ocupaban en su “discurrir filosófico”. Sobre la manera de filosofar de Nezahualcoyotl, en sus poemas –dice el maestro León-Portilla –, “se comprueba que la meditación sobre la transitoriedad de lo que sobre la tierra existe, fue asimismo tema fundamental y punto de partida de ulteriores elucubraciones del rey tetzcocano”:

 

“¿Acaso de verdad se vive en la tierra?

 

No para siempre en la tierra:

 

Sólo un poco aquí.

 

Aunque sea jade se quiebra,

 

Aunque sea oro se desgasta,

 

Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

 

No para siempre en la tierra:

 

Sólo un poco aquí”

 

 

Así, Nezahualcoyotl nos dice que “aquí sobre la tierra, no hay nada durable, ni tal vez verdadero…” La conclusión sería entonces –indica el maestro León-Portilla –, “tratar de gozar en esta vida, aquí en el tlaltípac, de todos los deleites lo más que se pueda:

 

“…sólo estamos de paso sobre la tierra.

En paz y placer pasemos la vida: venid y gocemos.

Que no lo hagan los que viven airados: la tierra es muy ancha!”

 

El pensamiento náhuatl prehispánico –indica el maestro León-Portilla –, “alejado enteramente de cualquier forma de racionalismo, no deja por esto de ser filosofía. Hay en él concepciones, símbolos  y atisbos de una profundidad tal que pueden dar un nuevo sentido y un apoyo a nuestras vidas.”

 

Concluye esta obra diciendo que en el México antiguo coexistieron dos concepciones distintas del universo y de la vida. Uno en el plano místico-militarista (enmarcado en el contexto de la guerra que inevitablemente conducía al campo de batalla y a un estrecho y constante contacto con la muerte), y otro en el plano intelectual que propició el desarrollo de un humanismo que intentaba dotar de un rostro y un corazón a los hombres para que aquí en la tierra, se viviera con dignidad y honra: “la formación humana de los nahuas, rostros sabios y corazones firmes, conservó su grandeza hasta lo último.”

 

En aquellos años, cuando la obra del Dr. Miguel León-Portilla era muy criticada y subestimada por los especialistas, comentó el maestro Ángel María Garibay Kintana en el prólogo de la misma: “Vendrá la hora en que el negador calle, el que ríe, piense…” Ese tiempo ha llegado, y con él, los nuevos estudiosos no sólo de la cultura nahuatl sino también de su filosofía.

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