Xochipila y Xochipilli

21 de Abril 2021-04-21

Por Yaoehecatl KM



Xochipilli, figura solar por excelencia, simboliza al sol joven, y como todo aquello que es joven, es bello. Se encuentra asociado principalmente a las flores y a las plantas, pero también se encuentra asociado a las expresiones artísticas del ser humano como son la música, la danza, el canto, la poesía. Es decir, Xochipilli se encuentra relacionado con todo aquello que represente la belleza, lo sublime, lo hermoso, lo artístico. Y que mejor representación de todo ello que la juventud, por ende, Xochipilli, también la representa; y por consecuencia, asociado a la juventud esta el amor, y con ello, la vitalidad sexual. En pocas palabras, Xochipilli representa la juventud, su belleza y la fuerza vital de ésta.

De la misma manera, la naturaleza, la vegetación, los campos, los bosques y las montañas cada determinado ciclo vuelven  a ser jóvenes. La naturaleza vuelve a ser hermosa, florece, embellece el entorno, esta llena de vitalidad: nuevos campos, nuevas plantas, nuevas flores, todo renace, reverdece. Xochipilli representa la juventud y la vitalidad, tanto del ser humano como de la naturaleza.

Así, el Príncipe de las Flores se encontraba asociado a los lugares donde había abundante vegetación, bosques frondosos, entornos naturales que producían una gran cantidad y variedad de plantas y flores, climas cálidos, climas agradables, con abundante humedad, tierras fértiles, alimentadas por ríos o manantiales. Xochipilli estaba asociado a la fertilidad de la tierra y al crecimiento de las plantas y flores en su mayor y mejor esplendor. Por eso se consideraba el verano como la época en que mejor se manifestaba Xochipilli. Si en alguna época del año la naturaleza muestra una enorme vitalidad, es en el verano.

Xochipilli no sólo es “el príncipe flor”, sino el sol naciente, el sol niño, el dios de la luz, de la vida, del juego, de la poesía y del arte; es, pues ante todo, un dios solar. El Dr. Alfonso Caso  en La religión de los aztecas (México, 1936, p.26), dice que es el “patrón de los bailes, de los juegos y del amor, y la representación del verano”, que “es más bien una deidad solar y su símbolo está formado por cuatro puntos que se llaman tonallo y significan el calor solar, pues es el dios que representa el verano.[1]

El culto a Xochipilli se dio en varios lugares del México antiguo, principalmente por la cultura nahua, y fue muy venerado por los mexicas. Con tantas montañas y bosques por todas partes no faltarían lugares que estuvieran dedicados a esa energía solar representativa de la naturaleza y su belleza. La famosa escultura de Xochipilli que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México fue encontrada en Tlalmanalco, Estado de México, muy cerca de los volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl, entornos naturales que destacan por sus hermosos bosques, montañas llenas de árboles de pino, cascadas, ríos y manantiales. Verdaderos santuarios de la naturaleza. Es posible también, que aquellos grandes jardines botánicos antiguos, especializados en una gran variedad de plantas y flores como los de Iztapalapa, Tetzcoco o Chapultepec,  tuvieran una representación de Xochipilli. El culto a esta antigua divinidad se dio en todo el centro de México, propiciado en parte, también hay que decirlo, por la expansión militar de los mexicas, quienes llevarían su culto o veneración a los lugares conquistados por ellos.

 

Solsticio de verano

Es muy posible, dado el simbolismo solar de Xochipilli –según se observa en los códices y documentos antiguos–, y a su intima relación con la naturaleza, la vegetación, plantas y flores, que la ceremonia principal dedicada a esta antigua divinidad se realizará alrededor de los días, o el día exacto, en que ocurría el solsticio de verano, que es cuando el sol alcanza su mayor altura en el cielo en su camino hacia el norte.[2] En el solsticio de verano el día es mas largo que la noche, por lo tanto, para los antiguos mexicanos era evidente el triunfo del sol sobre la obscuridad, el triunfo de la vida sobre la muerte; el triunfo de la vida expresada en la duración del día o del sol y reflejado en la frondosidad de los bosques y la belleza de las plantas y de las flores. Este fenómeno astronómico ocurre, en nuestro calendario actual, entre el 20 y 22 de Junio.

Cabe mencionar que todas las civilizaciones antiguas que florecieron en el centro de México eran culturas solares, es decir, rendían culto al sol, y su vida se regia en base a los movimientos y ciclos solares principalmente. Así que para estas antiguas civilizaciones los fenómenos astronómicos que nosotros llamamos solsticios o equinoccios ­–en los que el sol se encuentra en determinada posición angular desde la perspectiva terrestre–, no podían pasar desapercibidos para ellos, pero sobre todo por el efecto que éstos producían en la naturaleza. Los solsticios y equinoccios eran indicadores de la llegada de temporadas de abundancia de alimentos, de flora y fauna, de lluvias, de fertilidad de la tierra, de cosechas o de temporadas de sequías o fríos.

Con lo anterior queremos decir que todas las culturas antiguas consideraron siempre los días cercanos al solsticio de verano como los indicadores de una temporada de abundancia en la naturaleza. Las montañas y los bosques reverdecían, los campos se llenaban de flores, la tierra producía una gran cantidad y variedad de plantas y de alimentos, frutos por doquier. La belleza y abundancia de la naturaleza se expresaba por todas partes.

Es posible que el día exacto del solsticio haya sido celebrado o conmemorado con una gran ceremonia por las antiguas culturas, o algunas de ellas, las que llevaran sus cálculos astronómicos y calendarios más precisos, sin embargo, no existen aún pruebas fehacientes ni se menciona en los textos antiguos que hayan celebrado exactamente el día preciso del solsticio de verano. Pero, dada la característica de capacidad de observación de las antiguas culturas, es muy probable que no les haya pasado desapercibido que ese día era el día más largo que la noche, que el sol se manifestaba con más energía y que llegaba a su máxima posición en su camino hacia el norte, e iniciaba su camino de regreso hacia el sur. Es muy probable que se hayan percatado de esto, considerándolo un acontecimiento muy significativo, y por ende, haber realizado ceremonias en honor de ello.



[1] Justino Fernández, “Una aproximación a Xochipilli”, en, Estudios de Cultura Nahuatl, Volumen 1, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1959, pp. 35-36

[2] “Los solsticios (del latín solstitium (sol sistere), "Sol quieto") son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente. Astronómicamente, los solsticios son los momentos en los que el Sol alcanza la máxima declinación norte (+23º 27’) o sur (?23º 27’) con respecto al ecuador terrestre.

 

En el solsticio de verano del hemisferio norte el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Capricornio. Ocurre dos veces por año: el 20 o el 21 de junio y el 21 o el 22 de diciembre de cada año.

 

A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y hacia el Sur. La existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita.

 

En los días de solsticio, la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año. En la mayoría de las culturas antiguas se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios.”

 

Fuente: Wikipedia.org https://es.wikipedia.org/wiki/Solsticio

 

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