Por Karloz Miranda Yaoehecatl
Coyolxauhqui es uno de los monolitos más hermosos y simbólicos de la cosmogonía del México antiguo, conservado en el Museo del Templo Mayor de la ciudad de México, el monumento representa la muerte de Coyolxauhqui, decapitada y desmembrada por Huitzilopochtli. La muerte de Coyolxauhqui (la luna) forma parte del mito cosmogónico del nacimiento de Huitzilopochtli (el sol). La palabra coyolxauhqui quiere decir, “la que se adorna (o se maquilla) con cascabeles” del nahuatl coyolli, “cascabel”, y xauhqui, “que se adorna o maquilla”.
El descubrimiento del monolito de Coyolxauhqui a finales de la década de los 70, en la esquina conformada por las calles de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, permitió corroborar la existencia y ubicación del Templo Mayor de los mexicas, con lo cual dio inicio el proyecto “Templo Mayor” para comenzar las excavaciones justo en el corazón de la capital mexicana y desenterrar no sólo las construcciones o edificaciones de la antigua capital Tenochca sino también un pasado indígena, nahua, que dotó de identidad a la Ciudad de México.
Datos Técnicos
Diámetro 3.25 mts.
Espesor 40 cm
Peso 8 tn
Material Andesita rosada
Otros nombres
En el mito tiene los nombres de Coyolxauhqui y de Coyolxauhcihuatl. Como símbolo lunar también se le llama Metztli que significa Luna.
Datos Históricos
Ocurrió en la madrugada del 21de febrero de 1978 cuando trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro laboraban dos metros bajo tierra en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico, cuando la vieron. Para ser exactos, la escultura antigua se encontraba tan sólo a 1.90 mts. de la superficie de la capital mexicana; esa era la medida que separaba al México contemporáneo de su pasado tenochca-mexica. Apareció la misteriosa escultura ante los ojos de los asombrados electricistas, el relieve que sobresalía de la piedra les indicó a los trabajadores “de la luz” que se trataba de una escultura de la época prehispánica. Era un monolito redondo de aproximadamente ocho toneladas, era la representación simbólica por excelencia de la luna, era Coyolxauhqui la que se mostraba. Asombrados por el hallazgo, inmediatamente dieron aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes enviaron un equipo de arqueólogos para corroborar el descubrimiento. La validación e identificación del “misterioso monumento” la hizo el arqueólogo Felipe Solís. Coyolxauhqui había sido encontrada al pie de la escalinata del Templo Mayor. Cabe mencionar que en esa esquina de Guatemala y Argentina, justo ahí, existía un pequeño montículo en el que las manadas de perros callejeros se refugiaban de las grandes inundaciones que sufría la ciudad, a ese montículo se le conocía con el nombre de “la isla de los perros”; debajo de esa “isla” se encontraba “la luna”.
La noticia del descubrimiento invadió las primeras planas de los principales diarios del país, Se podían leer titulares como: “Apareció accidentalmente una piedra ceremonial mexica”; “Hallan en el Zócalo una Valiosa Joya Arqueológica”; etc. Las televisoras hacían mención del descubrimiento constantemente. Fue tal la conmoción e interés que causo el hallazgo de esta monumental piedra en la población mexicana que enormes filas se conformaron para poder verla; ningún monumento antiguo había logrado tal expectativa en su descubrimiento como la Coyolxauhqui.
El impacto del hallazgo de la Coyolxauhqui en el corazón de la Ciudad de México llegó hasta el presidente de México, en aquel entonces, el Sr. José López Portillo, quien se presentó en el lugar de las excavaciones para poderla apreciar personalmente. Se dice que el presidente quedó maravillado por su tamaño, imagen y simbolismo. No lo dudo un instante y ordenó “que se derrumbasen los edificios coloniales de la zona y que saliera a la luz de los mexicanos de finales de los años 70, el Templo Mayor de los aztecas”. La orden presidencial llenó de felicidad a los arqueólogos, estudiosos y amantes del México antiguo, no así a los de la época colonial, quienes condenaron la destrucción de los edificios que formaban parte de un periodo histórico importante, “la colonia”, y que eran emblema de aquella otrora “Ciudad de los Palacios”. Bueno, fue tal el impacto del descubrimiento, que la cantante de genero ranchero, Aída Cuevas, participó en 1979, en el “Primer festival de la canción ranchera”, con el tema “Coyolxauhqui”.