Huehuetlahtolli. Palabra Antigua.

07 de Septiembre 2020-09-07

Por Karloz Miranda Yaoehecatl



En el México antiguo, era costumbre otorgar los Huehuetlahtolli, La Antigua Palabra, a los recién nacidos, a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a los gobernantes, a las divinidades, etc. Los Huehuetlahtolli eran un conjunto de consejos, de normas de conducta, de reglas morales. Estos Huehuetlahtolli fueron desarrollados por los Tlamatinimeh, los sabios, los antiguos mexicanos, a través de varias centurias o milenios que les sirvió para desarrollar su propia cosmovisión de la vida, de la muerte, del mundo y del universo.

Los Huehuetlahtolli se encuentran recogidos principalmente en el Códice Florentino, documento del siglo XVI redactado por jóvenes y estudiantes nahuas del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, a petición de fray Bernardino de Sahagún, quien entrevistó a varios ancianos y sabios nahuas de la época. También fray Andrés de Olmos recogió La Antigua Palabra, los Huehuetlahtolli, de los sabios mexicanos que fueron documentados por los colegiados de Tlatelolco.


Palabras del Padre a su hijo

“Nopiltze, nocozque, noquetzale, otiyol, otitlacat…”

“Hijo mío, mi collar, mi pluma preciosa, has venido a la vida, has nacido, has venido a salir a la tierra, en la tierra –de Totecuiyo–, del Señor Nuestro. Te forjó, te dio forma, te hizo nacer –Ipalnemohani–, Aquel por quien se vive.

Y ahora, por breve tiempo, has venido a mirar, has venido a crecer, has venido a echar tallos…

Y como lo determine –Ipalnemoahuani–, Aquel por quien se vive… hemos de pedirte en préstamo como cosa nuestra, hemos de solicitar en préstamo un collar, hemos de pedir en préstamo una pluma preciosa. Gracias –a Totecuiyo––, al Señor Nuestro, acaso estarás de pie, acaso vivirás en la tierra. Que en paz, con alegría vengas a estar, vengas a desarrollarte.

Y que aun Él lo sepa, que todavía Él te ponga a prueba, aprecie tu valor, pues es Señor, es un gran protector, es amparador, –ca huey tepotze–, es poderoso. Porque Él es tu misma madre, tu padre, mucho se esmera para cuidar bien de ti, para amarte mucho más de lo que yo te amo a ti…

Puesto que Él lo dijo, lo pensó, lo determinó, por esto tú has vivido, por esto tú has nacido. No lo olvides en el día ni en la noche. Ve invocándolo… No decaiga tu rostro, tu corazón respecto de Él, –Totecuiyo–, el Señor Nuestro, porque es tu padre, porque Él te formó.

Por su generosidad sírvelo amorosamente para que te ayude, para que su corazón otorgue, para que te entregue sus dones, aquello de lo que eres digno, tu merecimiento, tu estar en pie, tu mantenimiento. Con eso podrás erguirte, con eso podrás vivir para que no andes metiéndote entre las nubes, en la obscuridad.”


Fuente: Miguel León-Portilla y Librado Silva Galeana, Huehuetlahtolli. Testimonios de la Antigua Palabra, México, Secretaria de Educación Pública, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 48-49

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